Cuadro AnimasAyer domingo, 30 de noviembre, tuvo lugar en la parroquia de San Marcos la presentación de la restauración de la obra de las Ánimas del Purgatorio. El cuadro del siglo XIX, de autor anónimo, ha sido restaurado por Silvano Acosta, y el trabajo ha sido financiado por el Cabildo de Tenerife. Al acto asistieron el Presidente del Cabildo, Carlos Alonso, el Consejero de Cultura y Patrimonio Histórico, Cristobal de la Rosa, y el Alcade de Tegueste Jose Manuel Molina.

El restaurador, Silvano Acosta, en la presentación  que denominó “Tratamientos de conservación y restauración de una pintura”, explicó en primer lugar el  significado de la pintura y en un segundo lugar mostró su tratamiento de conservación y restauración.

A continuación pueden leer la explicación que dio sobre la composición de la obra.

«Una de los matices, que definen el carácter de nuestro pueblo, es su profunda religiosidad, que ha producido con el paso del tiempo bellas muestras culturales.

Este profundo sentimiento arraigó nada más terminar la conquista y quedó perfectamente consolidado en los albores del S. XVII. No resulta extraño por tanto la rapidez, con que se asumieron los dictado del Concilio de Trento, que zanjaron todas las discusiones y controversias teológicas, nacidas del cisma protestante.

Uno de los campos que ocupó los desacuerdos entre católicos y protestantes fue el de la existencia del Purgatorio, cuestión negada por los cismáticos, aún a pesar de que a él ya había hecho referencia San Pablo en su primera carta a los corintios.

La iglesia Católica interesada en resolver tal duda promulgó en la sesión XXV del citado concilio en diciembre de 1563 el siguiente decreto: CuadroAnimas“Hay Purgatorio: Y que las almas en él detenidas reciben alivio con el sufragio de los fieles y en especial con el aceptable sacrificio de la misa; manda el santo Concilio a los Obispos, que cuiden con suma diligencia, que la santa doctrina del Purgatorio, recibida de los santos padres y sagrados concilios, se enseñe, y predique en todas partes y se crea y conserve por los fieles cristianos.”

Estas normas rápidamente se difundieron en el soporte que les dio el arte. Se hicieron visibles y sobre todo entendibles para una gran parte de la sociedad, que era absolutamente analfabeta.

El arte se convirtió en una herramienta capaz de trasladar el conocimiento, un libro abierto que dio apoyo a intrincados símbolos, mensajes e ideas. Esencialmente el arte de la pintura en cualquiera de sus soportes ayudó a simplificar conceptos y lo más importante se hizo imprescindible para relatar entre otros muchos asuntos “la esencial importancia que posee la salvación del alma”.

Desde los primeros años del S. XVII se fundaron por todo el archipiélago en parroquias y conventos cofradías, que alentaban el culto de las Ánimas, tanto es así, que a finales de la centuria siguiente era rara la parroquia o convento, que carecía de ellas.

La primera obra pictórica de esta iconografía, de que se tiene constancia documental, estuvo localizada en la Parroquia de San Pedro en el Sauzal y fue pintada por Gonzalo Hernández de Sosa en el año 1664, esto no quiere decir, que anterior a esta fecha no existieran otras, sino que simplemente no han llegado hasta nosotros.

La más antigua que conservamos se debe a los pinceles del licenciado Gaspar de Quevedo, que realizó entre los años 1668 – 1672 para la cofradía de las Ánimas de la parroquial de la Encarnación en la Victoria de Acentejo. En torno a estas pinturas, impregnadas de acentos contrarreformistas, van surgiendo a lo largo de los siglos un catálogo, que tan solo en la isla de Tenerife pudo superar los 40 ejemplares, de los cuales hoy conservamos 31.

Mucho mas tardía es la pintura, que acabamos de restaurar, datada de segunda mitad del S. XIX, de la cual por ahora no conocemos su autor ni la fecha exacta de factura, pero que a pesar del tiempo transcurrido sigue manteniendo en esencia los dictados de Trento, transmitiendo los mismos argumentos, que los expuestos doscientos años atrás.

La composición sigue el esquema tradicional de bandas o planos, en este caso claramente divido en tres, estructurándose de forma jerárquica y ofreciendo una lectura ascendente. La plástica es regular y evoca claramente otras versiones barrocas del mismo tema.

El plano inferior está tratado de modo realista, donde se nos muestra a las almas desnudas de toda dignidad e identidad, en ningún caso se hace mención como en otros cuadros a la posición social, a la riqueza o a la autoridad, es una forma de simbolizar que ante los ojos de Dios todos somos iguales, y que únicamente por nuestras obras seremos juzgados. Sin embargo sí que se hace mención a diversos estados de la consciencia: el arrepentimiento, la esperanza, el consuelo, el dolor, la gracia. Mientras son asistidos por dos santos Santo Domingo de Guzmán y San Felipe Nery.

El plano medio aparece ocupado por San Miguel Arcángel, en este caso bajo la representación de pesador de las almas, pues porta una balanza, donde se medirán las virtudes y los pecados. Toda esta franja esta tratada con pinceladas más sueltas, de menor espesor, pues en muchos zonas se llega a transparentar la preparación. Esta característica- técnica ayuda a conseguir efectos etéreos muy curiosos. Aquí la figuración es más ingenua y de planteamiento más moderno.

La gloria ocupa el nivel superior, coronada por la Trinidad y la virgen María, que va vestida según el canon inmaculista, túnica roja y manto azul. A izquierda y derecha flanqueando este grupo, una corte de ángeles porta atributos de la pasión de Cristo, pudiéndose identificar a algunos santos, como por ejemplo a San Pedro y San Pablo, San Ignacio de Loyola, un grupo de apóstoles, Santa Catalina de Siena o San Agustín. Finalmente el fondo se funde entre representaciones más o menos realistas de almas, que ya ven a Dios y simpáticos querubines que se disuelven entre la luz .

La presencia de estos santos no es arbitraria, sino que responde a una dialéctica muy bien estudiada, pues sin entrar en pormenores alguno de los retratados están directamente relacionados con la defensa del Purgatorio, tal es el caso de San Pablo o Santa Catalina de Siena, quien le dedico un tratado muy interesante.

La datación de esta pintura se apoya esencialmente en la plástica, que ha sido contrastada con los análisis químicos practicados, tanto al soporte como a los estrato de preparación y capa pictórica. Otro dato singular, que ha ayudado a su identificación, es el hallazgo de un sello, que alude al fabricante y preparador del soporte, la reputada casa comercial inglesa: Charles Robinson, que produjo materiales para artistas desde su sede en Londres.

 Entre sus principales clientes se encontraban a creadores como Turner, diseñadores como William Morris, la aristocrática familia Churchill y hasta la misma reina Victoria.»