Los historiadorlibro prebendado pachecoes Lorenzo Lima y Hernández González, ambos licenciados en Historia del Arte son los ganadores del IV Premio de Investigación Histórica Prebendado Pacheco, un galardón que otorga el Ayuntamiento de la Villa para distinguir el estudio e investigación en materias relacionadas con la investigación en el ámbito de la historia de Canarias y, en particular, de Tegueste.

La obra pretende “acercar la figura del Prebendado Pacheco al público con un sentido amplio e intangible”.

El doctor en Historia del Arte por la Universidad de Granada, Juan Alejandro Lorenzo Lima, y el licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna (ULL), Manuel J. Hernández González, acaban de publicar el libro “Pereira Pacheco, párroco de Tegueste”, una obra que les sirvió para ganar el IV Premio de Investigación Histórica Prebendado Pacheco; un galardón que otorga el Ayuntamiento de la Villa para distinguir el estudio e investigación en materias relacionadas con la investigación en el ámbito de la historia de Canarias y, en particular, de Tegueste.

En este libro, que se dará a conocer este jueves día 21 de abril en el acto del Día del Libro que tendrá lugar en el Teatro Príncipe Felipe de la Villa (19:00 horas) “hemos pretendido acercar la figura del Prebendado Pacheco al público con un sentido amplio e intangible”, aseguran los autores.

En este sentido, ambos investigadores indican que entre los objetivos de este libro están “reivindicar la importancia de Tegueste como espacio vital del prebendado y como marco idóneo para desarrollar reformas de todo tipo, vinculadas a la administración pública, a la sanidad, a la instrucción, a la vida religiosidad, al arte y a la religiosidad latente, entre otros aspectos”.

Tanto Lorenzo Lima como Hernández González destacan que con su trabajo “han querido dar a Antonio Pereira Pacheco el protagonismo que le corresponde y revalorizar la labor del prebendado como “cronista” de su época”.

El «prebendado Antonio Pacheco» fue algo más que un simple «párroco de pueblo», pero, sin ánimo de desentrañar otras motivaciones que acrecientan su figura, debemos reconocer que ha trascendido de ese modo al paso del tiempo; y como tal lo describen quienes han investigado sobre su legado al frente de la iglesia de San Marcos.

La exaltación de Pacheco como impulsor de proyectos de diverso alcance en materia política, religiosa, educativa, sanitaria y asistencial ha ensombrecido la de otros clérigos a los que prestamos ahora una atención mayor, demostrando en no pocos casos que cuanto nuestro biografiado realizó después de 1842 contaba con antecedentes o estímulos previos. Al fin y al cabo, Pacheco no hizo otra cosa que convertirse en el «cariñoso y celoso pastor» que esperaban los vecinos del Valle; y como tal se comportó durante los últimos años de su vida, siempre de un modo amable y servicial.

A día de hoy, el vínculo de tan «esclarecido clérigo» con el pueblo donde transcurrieron los últimos años de su vida es mejor conocido y se presta a comentarios múltiples e integradores, aunque abordar el estudio de tales reformas no ha sido una tarea fácil por muchas razones.

En el ideario colectivo Pacheco está asociado con la historia reciente de Tegueste y esa circunstancia desvirtúa una existencia tan atractiva como la suya, porque, siendo escrupulosos con dicha dinámica, no debemos limitar su alcance al tiempo de residencia continua en esa localidad.

Al margen de ello, la realidad actual y nuestro tiempo no ofrecen facilidades para un cometido tan ambicioso como el propuesto en este ensayo. Buena parte de las obras y actuaciones que coordinó el prebendado durante ese tiempo ya no existen o han sido modificadas, en no pocos casos por alteraciones que han promovido quienes hicieron un uso continuado de los complejos y edificios que Pacheco frecuentó a mediados del Ochocientos.

Así, por ejemplo, el cementerio que sigue cantando la copla popular y donde acabaría enterrándose su cuerpo en abril de 1858 desapareció una centuria después sin dejar apenas testimonios fotográficos; y el edificio consistorial, la parroquia y la plaza de San Marcos fueron muy intervenidos a lo largo del siglo XX, por lo que se antoja complicado encontrar en ellos rastros materiales o simbólicos de su actividad. Ante la construcción de un nuevo ayuntamiento, su antigua sede fue convertida en juzgado de paz tras alterar los espacios internos; y con el paso del tiempo cesó el uso de sus piezas o habitaciones laterales como archivo, salón para velar a los difuntos y escuela de primeras letras.

La evolución de la parroquia tampoco ha sido favorable a nuestros intereses y su interior, rehabilitado de modo integral durante la década de 1970, no posee ya el mobiliario ni buena parte de los bienes que Pacheco modernizó bajo las fórmulas inequívocas del neoclasicismo o gusto moderno. Afortunadamente, la casa que construyó a partir de 1847 en una esquina de la plaza de San Marcos sigue en pie, aunque sería modificada para acoger el centro cultural y la sala de exposiciones del municipio.