Les voy a contar algo curioso, que quizás alguno de uds. no sepa. Como no quiero presumir de original, les reproduzco las palabras historiadas del poeta y profesor Antonio Arroyo Silva:
“Según el mito mapuche del Trempulcahue, cuatro ballenas llevan en sus lomos el alma de los muertos, en su último viaje, a Mocha, una isla situada en la costa de Chile frente al límite de la Región de Bio Bio y la Región de Araucanía. De entre las brumas de la leyenda y la realidad surge la historia del cachalote albino Mocha Dick, que Herman Melville recogió en su célebre novela con el nombre de Moby Dick.
La obra está basada en dos acontecimientos reales. En primer lugar, el de un cachalote albino que en el siglo XIX merodeaba la isla antes mencionada, llamado globalmente Mocha Dick y que la cosmogonía mapuche vistió como un hecho más de la leyenda aludida al principio de este escrito. En segundo lugar, la epopeya que padeció el ballenero Essex, de Nantucket, Massachusetts, cuando fue atacado por dicho cachalote. Tras ser hundidos por éste, vagaron por el Océano Pacífico hasta la Isla Henderson en donde padecieron hambre y sed, llegando al canibalismo. 91 días después fueron rescatados y desembarcados en Valparaíso (Chile). Dos de los ocho supervivientes relataron el suceso, del que Melville tuvo sobrado conocimiento. Moby Dick, indudablemente, está también basada en las experiencias personales de Melville como marinero.
Posteriormente, la novela fue llevada al cine en varias ocasiones:
En 1926 se realizó una película muda, The Sea Beast (La bestia del mar), protagonizada por John Barrymore.
En 1930 se filmó otra versión con el mismo título y con Barrymore nuevamente.
En 1954/55 se filmó Moby Dick, de John Huston, con Gregory Peck en el papel del capitán Ahab, con un guion del escritor estadounidense Ray Bradbury”…
Nos detenemos aquí, aunque hay más adaptaciones, incluido musicales, porque Antonio Arroyo da en el clavo, novela y film se incardinan estrechamente en la obra de Rosario: Huston, Peck y Melville, junto a otros referentes cultos y populares, están en la novela de la autora de Gran Canaria. Es un juego de espejos sabiamente diseñado y ejecutado por Rosario, eso sí, dándole un protagonismo merecido a la playa de Las Canteras y a sus gentes, desde el “Grandote” y el “Chucho” –pescadores muy conocidos de La Isleta por aquellos años-, pasando por Amalita Guillén –la hija del gobernador civil-, siguiendo por Mr. Jolly –ingeniero británico que dirigió la construcción de la maqueta/estructura del cetáceo- y Antonio Artiles –uno de los encargados del taller y colaborador esencial de esa obra- hasta acabar con la protagonista adolescente quinceañera –trasunto de la propia autora- que relata a posteriori toda la historia del rodaje de la película de Huston y Peck en las largas e intensas semanas que estuvieron en Las Palmas, mezclada con su propia trayectoria familiar y sentimental, al lado de su familia y novio.
Rosario Valcárcel le dijo en una entrevista, a raíz de la presentación de su novela en Las Palmas, a Alberto García Saleh:
“Quise escribir este libro a modo de testimonio o quizás porque me apetecía retroceder, contar la historia del rodaje de Moby Dick, revivir algunos de los personajes canarios que de alguna forma trabajaron en la realización de la película. O quizás porque cada día soy más consciente de que la vida y los recuerdos son una interminable sucesión de momentos, de rutinas que pasan tan rápidos, que se nos escapan, que se pierden en las memorias.
Un libro en donde intento reflejar historias de vida, de cómo nuestra ciudad se entusiasmó con la filmación de Moby Dick…
Además gracias al rodaje algunos jóvenes de la isla obtuvieron trabajo: unos de grumetes, otros de figurantes, o de servicios. Pero lo más importante, nuestros operarios dirigidos por James Stuart Jolly … construyeron el armazón de la Ballena aquí en la isla, en una compañía carbonera (Astilleros del Puerto) de Las Palmas que pertenecía a la Casa Miller. La aleta de la ballena fue lo único que vino de Londres”.
Por eso viajar con un libro como MOBY DICK en las Canteras Beach es estimulante, porque viajamos documentalmente a la década de los cincuenta, a la provinciana y rutinaria capital de Gran Canaria, a la vida esforzada y efervescente de sus gentes, representantes en esta novela de todos los canarios. Pero viajamos también de la mano de Melville y Huston por las históricas rutas balleneras. Les confieso que he vuelto a releer la gran novela americana y visto por enésima vez el film homónimo. Es uno de los “efectos colaterales” estimulantes de la lectura placentera y enriquecedora de la novela de Rosario Valcárcel.
José Ramón Sampayo Rodríguez
Director del Libro Fórum Canario